Fecha: 10 de septiembre de 2024
Redacción: Filosofía y Ciencias Sociales
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han ha analizado en profundidad una de las condiciones más prevalentes de la vida contemporánea: el cansancio extremo. En su obra La sociedad del cansancio, Han describe cómo las personas, en una sociedad hiperproductiva y centrada en el rendimiento, se encuentran exhaustas física y emocionalmente. En un mundo donde la autoexigencia y la necesidad de demostrar constantemente el propio valor se han convertido en imperativos, las personas sufren de lo que él llama una "fatiga crónica del yo".
Byung-Chul Han sostiene que la sociedad actual ha dejado atrás el paradigma disciplinario, propio de la era industrial, para dar paso a lo que él denomina sociedad del rendimiento. En este modelo, ya no es un "otro" quien nos explota, sino que somos nosotros mismos los que nos autoexplotamos en la búsqueda de logros y reconocimiento. En palabras de Han, nos hemos convertido en "empresarios de nosotros mismos", responsables de nuestra propia productividad y éxito, lo que genera una presión insoportable.
Las universidades y los entornos laborales son ejemplos claros de cómo esta lógica de autoexplotación afecta a las personas. Estudiantes y trabajadores ya no solo compiten por buenos resultados o ascensos, sino que lo hacen motivados por la necesidad de sobresalir, de ser más eficientes, más inteligentes y más exitosos que los demás. Este fenómeno, impulsado por la cultura del rendimiento, lleva a muchas personas a un estado de agotamiento profundo.
Según Han, este "cansancio" no es solo físico, sino también mental. Las personas viven atrapadas en una espiral de productividad infinita, con la ilusión de que siempre pueden mejorar, rendir más y, de alguna manera, alcanzar una perfección que en realidad nunca llega. La constante necesidad de superarse a sí mismos y a los demás, para alimentar su propio ego, provoca un desgaste generalizado.
Otro aspecto fundamental de este cansancio contemporáneo es el impacto de las redes sociales. En estas plataformas, las personas no solo compiten en términos de rendimiento académico o laboral, sino también en la creación y mantenimiento de una imagen idealizada de sí mismas. Las redes sociales fomentan una cultura de la exhibición, en la que se espera que todos proyecten una vida perfecta, productiva y feliz.
Han explica que, al mostrar constantemente nuestras "mejores versiones", estamos perpetuando un ciclo de comparación y autoexplotación. Las personas sienten la presión de mostrar su éxito, de ser valoradas y vistas, lo que intensifica la necesidad de producir más y parecer más exitosas. Este deseo de validación social, a través de "me gusta" y comentarios, termina por agotar a las personas que intentan mantener esa fachada. La imagen que se proyecta en las redes es, en la mayoría de los casos, una construcción artificial que no refleja la verdadera vida de quienes están detrás de la pantalla.
"El hikikomori no es solo un problema individual; refleja una falla en la capacidad de la sociedad para integrar a sus miembros." – Tamaki Saito, Hikikomori: Adolescence Without End.
En este sentido, las redes sociales son tanto una causa como un síntoma de este agotamiento. Alimentan la falsa percepción de que los demás tienen vidas más interesantes o productivas, lo que aumenta la sensación de insuficiencia y la necesidad de mejorar constantemente.
Para Byung-Chul Han, el problema no solo radica en el cansancio físico o en la fatiga mental que resulta de la autoexplotación, sino en una crisis más profunda del "yo". En la sociedad del rendimiento, el individuo se siente obligado a actuar como si fuera una máquina, siempre buscando ser más eficiente y más productivo, lo que deshumaniza y vacía a las personas de su autenticidad.
La consecuencia de este estado constante de exigencia es una pérdida de sentido. Las personas ya no saben por qué hacen lo que hacen, solo saben que deben seguir haciéndolo, porque así es como se mide el éxito en la actualidad. La constante necesidad de rendimiento y de construcción de una imagen ficticia en las redes sociales deja a los individuos sintiéndose agotados y desconectados de su verdadera identidad.
La sociedad contemporánea, obsesionada con el rendimiento y alimentada por las redes sociales, ha creado una cultura de agotamiento y autoexplotación. En la búsqueda interminable de éxito y validación externa, las personas terminan consumiendo su energía y su bienestar. Byung-Chul Han nos invita a reflexionar sobre los peligros de esta lógica del rendimiento, que no solo nos deja físicamente agotados, sino que también pone en crisis nuestra relación con nosotros mismos.
"El cansancio no es solo físico, es una fatiga del alma." – Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio.